Carabinero republicano 1937 escala 1/20 modelado y decorado por Ramiro Durán.
Vamos a ver lo que nos cuenta el Dr Ramiro Durán sobre su creación:
LO QUE NOS CUENTA UNA FIGURA
Todos los miniaturistas sabemos que para que una figura o una composición conecten con el espectador, han de contar una historia. Si se trata de una viñeta o aún mejor de un diorama con múltiples figuras, esto no es dificil, pues se puede establecer un "diálogo mudo" entre los personajes, animales, armas, vehículos, o cualquier otro elemento que se introduzca, a través de las posturas, actitudes, acciones e interacciones de las figuras entre si y con el entorno que nos revelarán probablemente qué han hecho, qué están haciendo o incluso qué van a hacer los protagonistas. Pero cuando se trata de una sola figura, el tema ya es más complicado y las probabilidades de que el resultado final sea soso y poco comunicativo aumentan dramáticamente, por muy bien elaborada que esté la obra desde el punto de vista artístico.
A pesar de ello, si prestamos atención a determinados parámetros y los tenemos presentes, nuestras posibilidades de éxito comunicativo comenzarán a ganar puntos. Los repasaremos a continuación.
1. EL TAMAÑO.
En contra de lo que pueda parecer, no es determinante. Cualquier escala es válida para transmitir sensaciones. Lo importante es saber sacarle partido. Una sola figura a escala 1/72 está muy poco detallada, pero puede contarnos mucho puesta en el entorno adecuado y en el otro extremo, un busto a escala 1/12 lo ha de decir todo con su cabeza, su tocado, una pequeña parte del tórax y, sobre todo, con su expresión facial. Como norma general, podríamos decir que según crece la escala y se gana en detalle, se pierde en la posibilidad de ambientación y viceversa. La que os presento aquí es una figura a scratch que fabriqué hace años con pasta epoxi bicomponente, sobre un esqueleto de alambre, madera y trozos de plástico, sin ningún elemento de procedencia comercial. Se trata de un carabinero republicano de nuestra guerra civil a escala 1/16, lo que equivale a unos 10 cm de altura de pies a cabeza, tamaño más que suficiente para poder generar múltiples detalles que nos cuenten historias y al tiempo añadir una mínima ambientación.

2.EL RÓTULO DE LA PEANA.
Seguro que pensaremos: "¡ Caramba|! ¿ Y eso es importante?" Pues claro que sí. Y hay que sacar el máximo partido del mismo, pues en él ya podemos empezar a contar nuestro particular relato. En este caso opté por un título neutro y académico, llano a más no poder, pero muy explicativo: ¨GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. CABO DE CARABINEROS REPUBLICANO. VERANO DE 1937". La primera frase nos revela el contexto histórico general, la segunda define al personaje y la tercera lo ubica en un período de tiempo más concreto, aunque no precisa el lugar:¿Una trinchera en las afueras del Madrid asediado? ¿Algún lugar del entonces tranquilo frente de Extremadura o Andalucía? ¿Una breve pausa en los duros combates de Brunete? Cualquiera de estas posibilidades podría ser cierta y cualquier otro rótulo también será bueno si nos sabe contar de forma muy breve y concisa, casi telegráfica, algo sobre lo que ha hecho, hace, o piensa hacer nuestro protagonista o sobre su estado, condición o situación. Pero hay que huir de los tópicos, así que " Alto en el combate" o " Camino de la fuente" quedan descartados a priori. Lo que es evidente ya salta a la vista y no hay necesidad de repetirlo en el rótulo.

3.LA ACTITUD GENERAL DE LA FIGURA.
Este punto es muy importante, pero para desarrollarlo hemos de saber algo más del protagonista mediante un pequeño apunte histórico. Antes de la guerra civil, el Cuerpo de Carabineros, con organización y jerarquía de carácter militar, se ocupaba de la vigilancia de las costas y fronteras españolas y de la represión del contrabando. Tras estallar la contienda, unas dos terceras partes del mismo, algo más de diez mil efectivos entre mandos, suboficiales y tropa (el equivalente a dos brigadas orgánicas de la época) lucharon en el bando republicano. Eran militares veteranos, duros y disciplinados y pronto se les asignó un nuevo cometido, siendo empleados en buena medida como fuerza de choque, interviniendo en numerosos combates y operaciones y aumentando su número hasta casi cuarenta mil en el transcurso de la guerra. Nuestro hombre pertenece, pues, a una unidad de élite. Sin embargo, aparece aquí en una postura aparentemente despreocupada y caminando en actitud relajada, con el fusil apoyado sobre el hombro izquierdo de forma poco ortodoxa, sujeto por el cañón, mientras lleva un botijo en la mano derecha. La acción transcurre durante el tórrido verano español de 1937, en medio de un calor agobiante. Es mediodía, pues vemos que la luz incide verticalmente sobre la figura, con una iluminación claramente cenital. Puede que haya acabado de comer, pues lleva un mondadientes sujeto entre los labios, o quizás fué tan solo a llenar el botijo, quien sabe...



4. LA EXPRESIÓN FACIAL.
Pero si prestamos atención a la cara de la figura, vemos que bajo la sensación de aparente tranquilidad, ésta refleja un evidente estado de alerta, mirando de soslayo hacia su izquierda, presumiblemente a la trinchera enemiga o hacia algún otro punto de su interés. Puede que viera o escuchara algo que lo inquietó... Es una cara de rasgos duros, con el rictus de un combatiente fogueado que no acostumbra a bajar la guardia. Tiene la barba de un día y la tez algo demacrada. Una prominente nuez acentúa su delgadez, quizás constitucional o forzada por la mala alimentación que a menudo impone la guerra...
5. LA ANATOMÍA.
Nuestro cabo va vestido de una manera bastante informal. Se ha despojado de la camisa (en campaña y siendo verano no se llevaba guerrera) y muestra un torso delgado, con una musculatura fibrosa propia de quien hace ejercicio a diario. Tan solo tiene morenos los antebrazos y la parte superior del pecho casi a la altura del cuello, lo que hace suponer que su aspecto actual es una excepción motivada por las altas temperaturas. Sin embargo, como experimentado profesional que es, se ha vuelto a colocar el correaje con la munición. La distribución del vello en la parte anterior del tórax y abdomen la realicé con un pincel de cinco ceros, siguiendo la dirección natural del mismo e incluyendo algunas canas como puede apreciarse en los detalles de la fotografía, para dar un mayor realismo al personaje, que probablemente aún no llega a los cuarenta años, aunque ya presenta un aspecto un tanto ajado y envejecido prematuramente. Si nos fijamos en sus piernas, aunque algo disimuladas por la anchura del pantalón, vemos que presentan un cierto arqueamiento a nivel de las rodillas - en el lenguaje médico un discreto "genu varo"- fruto de un probable raquitismo infantil, si bien poco manifiesto, pues pudo superar el examen médico para ser admitido en el Cuerpo. He de confesar que no pretendía este efecto cuando modelé la figura, no soy tan perfeccionista, pero así me quedó y tras examinar múltiples fotografías de militares de la época -entonces el raquitismo infantil con secuelas más o menos importantes, era muy frecuente- decidí dejarla tal cual en lugar de reformarla, creo que gana en realismo.

6. EL UNIFORME.
Los únicos elementos que caracterizan a nuestro protagonista como militar y carabinero son la divisa de la gorra, el color gris verde de la misma y del pantalón -las dos únicas prendas que lleva puestas- y la chapa del cinturón. Vamos, pues, a examinarlos: Vemos que se cubre con una gorra de plato flojo, fruto de la industria de guerra, más cómoda y, sobre todo, más fácil y barata de fabricar que la rígida y que lleva cosida en su frontal la divisa de su empleo en el ejército republicano : una estrella roja y. bajo la misma el galón en ángulo de cabo, también de color rojo. El uniforme de servicio y campaña de los carabineros, que al inicio de la guerra era de un color gris-verde claro, experimentó en la zona republicana numerosas variaciones de tonalidad a lo largo de la campaña, impuestas por las urgencias y la escasez de recursos. Estaba confeccionado en tela de algodón, tejida con una trama en diagonal que la hace muy resistente, el denominado tejido de dril, anglicismo de origen militar proveniente del vocablo "drill", una de cuyas acepciones es "instrucción", por lo que "drill uniform" significaría "uniforme de instrucción". El vocablo se hispanizó, quedándose a vivir entre nosotros y aún es utilizado hoy en día. El dril ha sido un tipo de tela muy empleado para confeccionar uniformes en muchos ejércitos desde tiempo inmemorial. Por lo que respecta al amplio pantalón, vemos que se encuentra sumamente arrugado, como corresponde a la tela de algodón con que está hecho, algo sucio y desgastado por su continuo uso y con un pequeño "siete" o desgarro en su parte posterior. Las polvorientas botas o botines son de color marrón. Por último, vemos que ha conservado el cinturón reglamentario del Cuerpo de Carabineros, que en su chapa frontal de latón lleva troquelado en relieve su característico emblema: un sol radiante con dos fusiles cruzados sobre el mismo.

7. EL EQUIPO.
Lleva un correaje reglamentario de color marrón avellana, aunque en el verano de 1937 también podría haber sido negro, con dos cartucheras ventrales y una posterior. Del lado izquierdo del cinturón pende el tahalí, que sujeta la vaina de la bayoneta y en el posterior derecho cuelga una cantimplora Ahrens de aluminio de fabricación alemana, declarada de dotación reglamentaria por el Ministerio de la Guerra en 1914, que ha perdido el vaso y la correa y tiene el forro de fieltro algo estropeado...
8.EL ARMAMENTO.
El fusil de la figura es un Mauser español de 1893, del calibre 7x57 mm, claramente reconocible por su cerrojo recto. Pero en esa época tanto el Cuerpo de Carabineros como el de Guardias de Asalto y la Guardia Civil estaban armados, según la reglamentación entonces vigente, con el llamado mosquetón Mauser modelo Oviedo 1916, desarrollado a partir del anterior y de igual calibre y alcance que el mismo, pero algo más manejable, de longitud intermedia entre el fusil y la carabina. Curiosamente, aunque se disponía de una carabina reglamentaria de la misma fábrica, la llamada tercerola Mauser modelo 1895 creada para unidades montadas, durante todo el siglo XX y hasta su disolución en 1940, el Cuerpo de Carabineros nunca tuvo carabinas. ¿ Y por qué, siendo una tropa de élite, lleva este fusil, que aunque seguro y fiable -y usado por millares en nuestra guerra civil- era un modelo más antiguo? La respuesta puede estar en la bayoneta. Vemos que ésta es de hoja larga, el modelo 1913, o sea, la correspondiente al mosquetón 1916, por lo que suponemos que nuestro cabo se quedó en algún momento con su mosquetón inutilizado por alguna avería, suciedad u otra causa y le suministraron este otro modelo. La guerra propicia extrañas combinaciones en el atuendo y armamento de los combatientes...
En cuanto a la granada de mano, se trata de un modelo ampliamente utilizado desde los primeros meses de la guerra, comprado en grandes cantidades a Polonia por el gobierno de Madrid. Conocidas popularmente como "las polacas", fueron copiadas y fabricadas al poco tiempo por la industria de guerra republicana, con un aceptable nivel de calidad. Era una potente granada defensiva de fragmentación, que aparece aquí colgada del cinturón por la palanca de la espoleta, en posición harto peligrosa y poco recomendable para la seguridad de su portador, a quien, habituado al constante peligro, no parece importarle gran cosa...
9.LOS DETALLES, ACCESORIOS Y COMPLEMENTOS PERSONALES.
Todos ellos enriquecen sin duda la figura de un soldado en miniatura y nos recuerdan que tras el mismo hay un ser humano, con todo lo bueno y lo malo que nos es propio. Analicemos los diferentes elementos: El mondadientes sujeto entre los labios confiere al personaje un toque particular de cultura vernácula, marcando inexorable, como el estilete de un reloj de sol bajo la luz cenital, la hora de la digestión y la siesta, a la par que le da una pincelada de castcismo, diría que incluso un punto chulesca.
El pañuelo que asoma por el bolsillo derecho del pantalón, sucio y usado, es otro elemento intemporal y polivalente con el que nuestro cabo se habrá secado el sudor o sonado la nariz muchas veces, se lo habrá anudado al cuello otras tantas e incluso puede que haya taponado con él alguna herida propia o ajena. Este pañuelo añade mucha cotidianeidad a la figura acercándola mucho al espectador, pues nos recuerda que su dueño suda, sangra y tiene mocos, como cualquier otro mortal.

La muñequera de cuero es un aditamento propio de múltiples culturas antiguas y actuales muy ligada a la guerra y a los guerreros desde tiempos ancestrales. En el contexto propio de esta figura, su presencia puede tener dos lecturas: Por una parte es obvio que cumple una función de protección, proporcionando la necesaria firmeza física a la muñeca, quizá dañada o resentida por algún sobreesfuerzo o golpe antiguo o reciente. Pero también constituye un sobrio elemento de adorno que dice mucho de su propietario, revelando una personalidad cuando menos singular, si no excéntrica o incluso marginal. Es una muñequera bastante elaborada, con una pequeña correa con hebilla y pasador en su parte interna para ajustarla. En nuestra guerra civil, estas muñequeras se decoraban a veces con protectiles de fusil, siendo propias de algunas tropas que rozaban lo peculiar, como los milicianos anarquistas o sus opuestos, los legionarios del bando nacional. Los extremos se tocan, bien lo dice el sabio refrán.

Y por último tenemos al botijo, que define a este combatiente como genuinamente español, con una carta de identidad fuera de toda duda. El búcaro, con un largo etcétera de denominaciones locales a lo largo y ancho de nuestra piel de toro, está ligado a la cultura española y al ámbito militar desde muchos siglos atrás. Recuerdo haber visto más de una fotografía de combatientes de ésta y otras guerras del siglo pasado en las que el botijo aparecía pintado con las siglas o símbolos de uno u otro bando, o de tal o cual compañía, batallón o regimiento, para expresar la pertenencia de tan preciada vasija, destinada a mantener el agua fresca en la insufrible canícula. Pero no quise aquí robarle ningún protagonismo a este humilde botijo de arcilla blanca genuinamente ibérico y preferí dejarlo asi, tal cual, anónimo, sin dueño ni filiación, cargado con indiferencia por el carabinero, cual si flotara, solo, intemporal y eterno, como un mudo satélite destinado a calmar la sed de cualquier soldado también anónimo, sin importarle un bledo el bando en que milite.



10. EL ENTORNO Y LA AMBIENTACIÓN DE LA FIGURA EN EL TERRENO.
Una figura a escala 1/16 y colocada sobre una pequeña superficie de unos 20 cm cuadrados no parece dejar mucho espacio para una ambientación muy elaborada, pero algo podemos hacer. Si examinamos con detenimiento la superficie del terreno, de aspecto arcilloso, seco, plano y cubierto de gravilla y guijarros, encontraremos algunos elementos orientativos. Hay una vaina de fusil tras el pie derecho de la figura y dos más delante de la misma junto a una lata de conservas vacía, probablemente de sardinas. La presencia de las vainas de fusil indica con total seguridad que nuestro hombre está caminando por el interior de una trinchera. desde la que se han hecho múltiples disparos, ubicándo claramente al personaje en ese entorno. La lata vacía nos habla del lado humano de sus ocupantes, unos soldados que han de comer a diario. ¿Y que comían? Pues repasemos un poco la historia. Desde el inicio de la guerra civil, hubo muchos recursos que. en virtud de la delimitación marcada por la línea del frente creada tras los combates de los primeros meses, quedaron en poder de uno u otro bando. Asi, todo el tabaco canario quedó en manos de los soblevados, pero las fábricas de papel de liar quedaron en su mayoría en la zona gubernamental, de modo que en las trincheras próximas de los frentes estables era bastante común cambiar tabaco picado por papel de fumar con el enemigo. La casi totalidad de la producción de cítricos, sita en el levante español, quedó en manos del gobierno, mientras que la de plátanos y de toda la industria conservera gallega quedó en la otra zona, siendo las sardinas en lata una parte no despreciable del sustento diario de su ejército. En las excavaciones arqueológicas efectuadas en trincheras de nuestra guerra civil, disciplina muy de moda entre los coleccionistas y que aporta mucho conocimiento en cuanto a la vida cotidiana de la tropa de ambos bandos, por cada lata de sardinas que se recoge en una trinchera republicana, aparece media docena en una nacional, lo que confirma la escasez que suponíamos, aunque no su completa ausencia. De modo que el contenido de esta lata de sardinas sería una exquisitez culinaria muy preciada para cualquier soldado republicano, dada la carencia cotidiana de este alimento...Pero retomando nuestro hilo argumental vemos que han bastado tres vainas de fusil y una lata de sardinas vacía distribuidas en una superficie mínima para ambientar sin problemas a nustro personaje. No ha resultado tan complicado.


11. LA PEANA.
Antes de concluir, daré algunos detalles técnicos sobre la peana, muy barata y de fabricación casera. Necesitamos un pequeño bloque de madera que se pueda trabajar con cierta facilidad, como boj, chopo o similar. La de balsa es demasiado ligera y poco densa, no sirve para este fin. En este caso hemos cortado un taco de 5x5x3 cm. En primer lugar le hemos de practicar en el centro de una de sus dos caras anchas, la que irá en la parte inferior, una agujero de poca profundidad en el que insertaremos un tornillo hueco de doble rosca concéntrica: con la rosca exterior lo atornillaremos al taco de la futura peana, hasta dejarlo a ras. Estos particulares tornillos por lo general de no más de unos 15 mm de longitud llevan una ranura transversal para acoplar la punta de un destornillador ancho, ranura que en este caso no vemos, pues lo embadurné por fuera con pegamento epoxi para que entrara mejor y quedara más firme al secar. Es muy importante que el tornillo entre en una dirección completamente perpendicular a la base de la peana, pues si queda angulado no podremos luego sujetar la misma correctamente.

La rosca interior nos servirá para atornillar un pasador que nos permitirá anclar la figura a través de un pequeño agujero, sujeta por el otro extremo con una palometa, a una superficie de madera plana para poderla trasladar cómodamente sin que se dañe. Lo hago siempre y nunca se rompió ninguna durante un traslado. Tras lijar los laterales, forraremos los mismos con finos listones de madera de 1,5 mm de grosor, de los que se utilizan en el modelismo naval para fabricar las tablas de la cubierta y del casco de un barco,las llamadas tracas. Una vez pegadas con cola blanca y secas, las lijaremos para pegar sobre las mismas unos listones de madera oscura de 1/3 de mm de grosor, también usados en la construcción de maquetas de barcos, colocándolos de manera uniforme o con la combinación que queramos ( hay distintos anchos y tonos) que pegaremos con cola blanca. Una vez seca y lijada, daremos dos o tres manos de barniz nitrocelulósico, puliendo cada capa, una vez seca, con lana de acero muy fina. El resultado es espectacular, con un acabado satinado muy duradero. Los pies de la figura se encajarán a la peana mediante vástagos metálicos de 1,5 cm aproximadamente. El hilo de alambre de ese grosor nos vale.
12.CONCLUSIONES.
Si habéis tenido la oaciencia de llegar hasta aquí y miráis ahora de nuevo la fotografía inicial de la figura, puede que comencéis a verla de una forma diferente, con otros ojos y otra perspectiva y con una riqueza de matices y pormenores que en un principio quizás os hayan pasado desapercibidos, Pero yo no he inventado ni he añadido nada con estas líneas, todo eso ya estaba ahí, tan solo hay que descubrirlo y ponerlo de relieve. Yo no hice más que explicar lo que hay. Esta escala, la 1/16, asi como la 1/20, permiten dotar a la figura de un gran detalle, dejando al tiempo un pequeño hueco para la ambientación. Y, como decíamos al principio, el terreno merma gradualmente según aumenta el tamaño de la pieza, de manera que, cuanto mayor sea la misma tanto más habremos de insisitir en dotarla de lo que podríamos llamar la "ambientación personal", agregándole algunas particularidades que cuenten historias. Desde la expresión de la cara hasta el aspecto general de la figura, pasando por detalles en el uniforme o el armamento y, en general, todo aquello que, respetando el buen gusto y el sentido común le queramos añadir sin recargar innecesariamente al personaje, todo ello, digo, es válido para contarnos una historia.
Habríamos de dar, pues, a nustras figuras un cierto encanto especial personalizado y semioculto, en forma de algún detalle que encandile al espectador por uno u otro motivo, no importa el que sea, grande o pequeño, será válido si se establece la conexión. Las escenas de trinchera y cuartel son a mi entender las que mejor se prestan a ello, pues muestran el lado humano de los combatientes mucho más que el clímax de la acción bélica, aunque en esto, cada cual tiene sus preferencias. Y, como colofón, retomando el planteamiento inicial, pienso que la figura ha logrado por fin contar su historia y nosotros hemos podido ir conociendo sobradamente a lo largo de estas líneas todo lo que hizo y lo que hace nuestro amigo - creo que ya le podemos llamar así- el anónimo cabo de carabineros. Pero lo que nunca sabremos en este caso es lo que piensa hacer: ¿ Le dará o no la patada a la lata de sardinas?
Muchas gracias a todos los lectores y en especial a ti, Jaume. Hasta otra ocasión.